Fragmento de Demian, de Hermann Hesse http://instagram.com/corinamorera |
Al escribir, como al pasar por la vida, no puedes agradar a todo el mundo... Primero complácete a ti, date el gusto de narrar tus propias ideas, con tu propia voz (sin imitaciones baratas o pomposidades innecesarias). Una vez alcances la paz con tus palabras, y nunca antes, busca la mente del lector.
El escritor debe usar sus armas para expresar aquello que desea expresar, esto no quiere decir que no pueda o no deba cuidar el estilo de la obra, o que tenga necesariamente que cerrarse a un tipo muy reducido de lectores.
Sí, se ha de tener en cuenta el tipo de lector al que va dirigida nuestra obra, y siempre es conveniente dedicar tiempo a trabajar el estilo, la gramática, la ortografía y la coherencia de nuestro texto. No obstante, la idea del "complacerse a sí mismo", al menos en este post, radica en un concepto menos técnico y más psicológico (aunque este repercutirá también en nuestro desempeño técnico). Esta idea va encaminada más bien al placer de escribir; si nuestro único "objetivo" es el lector, el narrador estará perdido porque el autor se habrá dejado a sí mismo en el tintero...
Al sentarnos ante el teclado o al coger una libreta, no está de más recordar no solo "para quién", sino "por qué" escribimos.
Si lo que quieres es dedicarte a escribir cuentos de terror y te empeñas, por ejemplo, en escribir diez novelas eróticas - porque sí, porque has leído en alguna parte que el tema está de moda -, ni estarás aportando lo que deseabas ni será algo verdaderamente bueno, pues nuestro trabajo progresa y mejora (más el de un creativo) si nos gusta lo que hacemos (y más aún si lo amamos).
La clave se halla en encontrar una voz propia como escritor, saber en (casi)todo momento qué quieres decir y cómo quieres contarlo.
Quizás te inclines hacia un género minoritario, como es por desgracia el ensayo en la actualidad. O quizás tu literatura se vincule a un género con más adeptos. Sea cual fuere tu forma de escribir, es probable que centrarte en expresar con más acierto las ideas - o esa historia que "te cuenta tu cabeza", esa que en realidad quieres contar - dé mejor resultado que escribir una indigesta ensalada de palabras, en la que la voz del escritor se ve disuelta en otras miles y se pierde en el texto (y en el contexto).
Para hallar esa voz propia - además de aprender y asimilar la parte más ténica de la literatura - solo hay que acudir a tres verbos y, por su puesto, practicarlos: leer, experimentar y escribir.
'El Diván del Escritor' & 'La Puerta Perdida'
@corina_morera
*Si te gusta el trabajo que se encuentra en esta web, "¿me invitas a un café?"
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